Allá por 1935
Un joven Ramón Olleros arriba en el Ayuntamiento de Béjar e inicia una gran remodelación “desde la carretera, La Corredera y la Solana hasta más abajo del murallón, se han hecho aceras amplias y hermosas, en el centro de la gran plaza alrededor de la farola se está haciendo un andén para peatones. En la calle Mayor, desde los soportales de Pizarro hasta El Solano se ha levantado el piso, y luego seguirán hasta La Corredera”. Corría el año 1935 y todavía estaba por suceder algo que marcaría el futuro de nuestra ciudad: la transformación del paraje El Tomillar, hoy conocido como Los Pinos o Monte Mario.
“En la abrupta vertiente de las Bañaduras, que mira al Mediodía, se ve desde hace dos semanas un doble zigzag que arranca junto al camino de la Thesa y sube hacia la cima de ese monte que, sin duda por estar, hace siglos, tan pelado, ha venido a llamarse el Tomillar”, decía un cronista en Béjar en Madrid.
La nueva senda forestal cruzaba en diversas direcciones aquellos terrenos, “cedidos temporalmente al Estado por el municipio de Béjar”. El sendero ocupaba dos metros de ancho y alcanzaba una longitud de 1.200 metros, es decir, 1,2 kilómetros, “suficientes para llegar a la meseta alta, sin perjuicio de ensancharla o alargarla en un futuro”.
Escaso interés
Nulo era el interés hasta entonces de los bejaranos por ese paraje, que muchos años más tarde podría considerarse uno de los pulmones verdes de nuestra ciudad.
Esta ladera “abrigadísima” era desconocida para muchos bejaranos “porque su pendiente casi vertical en ciertos sitios y la mucha piedra suelta que allí hay, dificultaban el acceso. Y, aun cuando menos dificultosa, es mala y molesta también la subida por el camino viejo”.
Sin embargo, gracias a esta mejora- no olvidemos que impulsada por el bejarano Emilio Muñoz- se podía ascender suavemente, recreando la mirada en la magnífica cuenca fabril que forman la Thesa y Navahonda; en el monte, que “ofrece desde allí el más interesante aspecto y se agranda hasta el picacho altísimo de Peña Negra, en Candelario”.
La construcción del sendero iba pareja a la repoblación que se estaba allí ejecutando y los mismos ingenieros, decía Béjar en Madrid, quieren adecentar alguna explanada con bancos y árboles “escogidos para el deleite de los paseantes”. Una vez arriba, estos paseantes, podían regresar a Béjar “por la vereda antigua que sale al Puente Nuevo, por el camino viejo de El Bosque, por el pintoresco pueblo de Palomares y si quieren alargar y hacer más interesante y bella la excursión, por el camino de la Canaleja, cruzando los puentes que salvan el riachuelo Barquillo y otro, para salir a la entrada de Candelario.
También es interesante seguir entre praderas y castañarejos, el arroyo que viene de la Garganta del Oso, en la sierra, hasta El Bosque, para salir a la carretera que lleva de Candelario a Navacarros”.
Repoblación
Mientras tanto la repoblación continuaba, aunque advertía el redactor que la “sequía pasada, no conocida tan intensa hace muchos años causó la muerte de muchas de las plantitas puestas, a pesar de que se regaron lo que fue posible Ya están reponiéndose todas las perdidas y se han sembrado de castañas varias parcelas más”. La idea era continuar con estas labores y estaba proyectado embellecer los márgenes del arroyo con la plantación de diversas especies y “se alumbran los dos manantiales de la ladera de mediodía que ya se explotaron este verano, con el propósito de más tarde elevar a lo más alto el agua que se consiga”.
Entretanto, ya “está abierta la fácil entrada a estos terrenos que aun desnudos, como ahora están, son amables y atractivos. La prueba de que la gente los estima así, se encontrará siguiendo el nuevo camino cualquiera de estas tardes claras de invierno, sobre todo si es fiesta”.