Hace 100 años, Béjar era una ciudad en pleno crecimiento en la que ya se vislumbraban ciertos cambios sociales y económicos.
Empecemos por el número de habitantes. El médico Félix Antigüedad realizaba, como era ya costumbre en Béjar en Madrid, un análisis de la natalidad del último año y cifraba en 345 los niños nacidos en 1923, de los cuales 169 eran varones y 176 mujeres. Fallecieron ese mismo año 294 personas- 158 varones y 138 mujeres-, resultando una diferencia a favor de los nacimientos de 51. Un dato muy distante de lo que ocurre en la actualidad cuando hay un saldo negativo de casi dos centenares de personas, es decir, mueren más personas que nacen. De los fallecidos, destaca que 124 no llegaban a la edad de cinco años y del resto la media era de 58 años.
Por aquel entonces la población rondaba los 9.000 habitantes, unos 3.000 menos que en la actualidad. Desde ese año, la ciudad comenzó a crecer de manera espectacular y cuatro décadas después la ciudad llegaría casi a los 17.000 habitantes.
100 coche matriculados
Los cambios llegaban a Béjar y ese año la ciudad ya contaba con 100 coches matriculados, entre particulares y públicos, además de cinco empresas que realizaban viajes públicos. Decía el redactor del periódico que La Corredera parecía “la Puerta del Sol por las tardes”. Las empresas de servicio público en verano realizaban viajes constantes, sobre todo al municipio cercano de Baños. Curiosamente, el Consistorio destinaba 100 pesetas semanales a reparar el adoquinado de las calles debido al tránsito rodado.
En 1923, se abrían nuevas fábricas como la de Victoriano Martín Rubio de Hielo, por el contrario también se cerraban otras. Así fue el caso de la fábrica de Gosálvez Hermanos, situada en los antiguos edificios del Batán de Arriba- el actual recinto ferial-, que tuvo que cerrar debido a un incendio que “en menos de dos horas había quemado los edificios que contenían las fábricas de regenerados, de hilados y tejidos”. El redactor mostraba su desolación y aseguraba que para buscar un suceso de tanta magnitud en Béjar había que remontarse muchos años atrás cuando se destruyó la máquina de Asensio. Debió de acudir todo Béjar a intentar sofocar el incendio, cuyos daños ascendieron a tres cuartos de millón de pesetas.
Avances también en el sistema educativo y así lo hacía saber el alcalde, Clemente González, que emitía un bando en junio dando a conocer a la población que de conformidad al nuevo estatuto general del Magisterio la edad escolar dará comienzo a los 3 años en las escuelas de párvulos y a los seis en las demás, ampliándose a la edad de 14 años el periodo escolar.
En el Ayuntamiento también hubo cambios, ya que con la llegada del Directorio Militar se disolvieron todos los ayuntamientos y se sustituyeron por Juntas de asociaciones. Rufino Agüero Brochín fue nombrado nuevo alcalde. Siguiendo con la política, destacar que por primera vez un bejarano llegaba a presidir la Diputación de Salamanca, Francisco Muñoz.
Un kilogramo de azúcar, por ejemplo, costaba dos pesetas
Mientras tanto, las matanzas se repetían en muchas casas de la ciudad y desde el Ayuntamiento se quejaban del mal estado de algunas calles debido al degüello de los cerdos como era la Puerta de Ávila y la calle Mansilla. También quejas llegaban al Ayuntamiento por el vino de las tabernas, de mala calidad y que algunos “no tienen de vino más que su nombre”, decía un concejal.
En cuanto al coste de la vida, un kilogramo de azúcar, por ejemplo, costaba dos pesetas, según precio fijado por el Consistorio para el vagón de azúcar que había gestionado el alcalde para los bejaranos.
Se desafecta completamente el cementerio de San Antonio, junto a la iglesia de La Antigua, y los restos llevan a de San Miguel. Vacío el camposanto, el Ayuntamiento pide la cesión de la iglesia de Santiago con intención de destruirla y construir en el solar un centro escolar. Menos mal que no se cumplió el proyecto.