En Béjar se infectó la mitad de los 9.900 censados, y fallecieron 365 personas, siendo la localidad más castigada de la provincia | Se abrió una suscripción para procurar alimentos y ropas a los enfermos
Grupo de policías de Seattle durante la epidemia de gripe de 1918 (wikimedia)
Hace 102 años, Béjar atravesaba una circunstancia similar a la que vivimos en la actualidad. El mismo estado de incertidumbre y de expectativa que se ha apoderado de nuestras mentes en las últimas semanas, también lo sufrieron hace más de un siglo los bejaranos. Ellos se enfrentaban, al igual que nosotros, a un enemigo invisible que campaba por las calles a sus anchas, atacando sin piedad, y dejando damnificados en la mayoría de los hogares. Sin embargo, hay una diferencia importante entre 1918 y 2020: los recursos y las infraestructuras. Mientras que nuestros paisanos luchaban contra la mal llamada Gripe Española con instrumental básico de medicina; nosotros tenemos a nuestra disposición una gran infraestructura sanitaria y un capital humano con gran formación médica, que batalla contra esta pandemia llamada COVID-19.
“Esta epidemia ha trastornado la vida normal de la población desde los primeros días de septiembre del corriente año hasta los últimos de octubre del mismo. Ha llevado el luto a muchas familias. Ha causado pánico entre los habitantes. Ha ocasionado grandes pérdidas al comercio, por el retraimiento de los forasteros”, así iniciaban los médicos titulares de Béjar el informe sobre la epidemia de la gripe en Béjar, que se publicó en el semanario La Victoria.
Los primeros casos de la pandemia de la gripe se diagnosticaron en mayo y junio, aunque de forma aislada. Dichos casos se dieron en familias en las que alguno de los miembros había estado en Madrid poco antes, con motivo de las fiestas de San Isidro. Lo peor llegó entorno al 8 de septiembre, cuando “se vio claramente por los médicos de la localidad que estábamos en presencia de una epidemia de la gripe cuya importancia era difícil de prever.” Los médicos no se atrevían a apuntar el origen de la epidemia; pero si atendemos a lo recogido por ‘El Noticiero’, un diario de Cáceres, en su edición del 23 de octubre de 1918, la epidemia que llegaría a Béjar “la trajeron los soldados incorporados a este destacamento propagándose rápidamente por toda la ciudad”.
Bando publicado por el Ayuntamiento ante la mal llamada Gripe Española.
150 enfermos diarios
El caso es que la gripe se extendió por la población a un gran ritmo, a la par que lo hacía el pánico entre los vecinos. Los médicos de la ciudad pronto se vieron desbordados por la situación, “atendiendo a más de 150 enfermos diarios”, según aseguraba Béjar en Madrid. A ello se añadía dos factores importantes: la escasez de medios con los que trabajaban los facultativos, y la precariedad en la que vivían muchas familias. Ello propició el caldo de cultivo idóneo para su propagación. Así lo ponía de manifiesto este periódico centenario: “a las malas condiciones higiénicas de muchas casas de clase pobre y media, hay que sumar las condiciones antihigiénicas de las alcantarillas y el defectuoso sistema de evacuación de inmundicias”.
La situación, imaginemos, era insostenible tanto sanitaria como económicamente para muchas familias. Para paliarla, el Ayuntamiento abrió una suscripción popular el día 22 de septiembre, con el objeto de recaudar fondos para suplir las necesidades de las familias más necesitadas en materia de ropa y alimentos. Béjar en Madrid no fue ajeno a la catástrofe y aportó 25 pesetas a los donativos.
Medicamentos que se usaban para tratar la gripe en 1918 y que se muestran en la exposición dedicada a Saturio Serradilla Vicente, en Escurial de la Sierra. (ICAL)
Ayuda a los necesitados
A la par, el alcalde, Esteban Tapia,– abuelo de Juan Luis Tapia, dueño de la cabecera del periódico-, firmaba un bando en el que se recomendaban a la población determinados consejos de higiene para frenar la transmisión de la epidemia, y no frecuentar sitios cerrados como el teatro, cafés o tabernas. También elevaba una petición de ayuda al diputado en Cortes del distrito de Béjar, Filiberto Villalobos, y a la infanta Isabel de Borbón, para que intercedieran ante el Gobierno para conseguir ayuda necesaria. Estas ayudas permitieron al Ayuntamiento la distribución a domicilio de alimentos y ropas a los enfermos y a las familias más necesitadas, sobre todo a aquellas en las que la enfermedad impedía trabajar a alguno de sus miembros.
No solo se volcó el Ayuntamiento para frenar el avance de la epidemia, también lo hizoBéjar en Madrid abriendo una suscripción para la adquisición de varios aparatos, que sedestinarían a la desinfección de instalaciones públicas y hogares del vecindario. Los suscriptores fueron en su mayoría bejaranos ausentes que, consternados por la situación que atravesaba su ciudad, aportaron fondos a la suscripción, cada uno en la medida de sus posibilidades. Con la recaudación se adquirió una estufa de desinfección de ropas y un pulverizador para las casas.
Entre tanto, la fiesta de la patrona, la Virgen del Castañar, y su feria pasaron totalmente inadvertidas entre la poblaciónpor miedo al contagio.
Y, por fin, Béjar en Madrid anunciaba en su número del 1 de noviembre el “Fin de la Pandemia”. El saldo de la gripe en Béjar, que se detectó el 8 de septiembre y comenzó a remitir el 28 de octubre, fue de 365 defunciones y más de 4.500 afectados, de 9.900 personas censadas. La mayoría de las familias bejaranas tuvieron que enterrar a algunos de sus miembros a causa de la epidemia. También se vieron afectados varios sacerdotes en el ejercicio del ministerio de su Fe.
El mayor número de los infectados, según la memoria de los médicos, eran jóvenes y adultos de edad poco avanzada. Los niños fueron atacados en menor número, y los ancianos en una pequeña proporción: “en los asilados de la Casa de Caridad y en las Hermanitas de los Pobres no ha habido ningún afectado”.
La conocida como Gripe Española acabó en España con 250.000 personas y 50 millones en todo el mundo, causando tantos muertos como la I Guerra Mundial. La provincia de Salamanca fue una de las castigadas por la pandemia y se calcula que llegaron a morir unas 6.000 personas, siendo las comarcas de las Sierras de Béjar y Francia las más afectadas.
Imagen del doctor Ramiro Arroyo, publicada en el semanario La Victoria, en noviembre de 1925, con motivo de su fallecimiento.
Al recordar este negro episodio es preciso también acordarse de aquellos médicos: Ramón López, Mateo Montero– desempeñó su labor como sanitario en Béjar de 1903 a 1923-, Ramiro Arroyo y Dionisio S. Rogado– además, del militar, Antonio Crespo, y otros libres llegados a Béjar por ese motivo-.
El más conocido de todos ellos es, quizás, Ramiro Arroyo, quien ejerció durante 25 años su labor en la ciudad hasta que la muerte lo sorprendió en 1925. Abrió en la ciudad en 1908 un consultorio médico-quirúrgico. Escribía un cronista en Béjar en Madrid que durante la epidemia gripal “trabajó de modo agotador y heroico, buscando el atacar el mal en su origen, estudió ahincadamente como bacteriólogo y llegó a realizar interesantes descubrimientos”. Arroyo descubrió, junto al médico salmantino Íñigo Maldonado, un bacilo misterioso distinto al que se creía hasta aquel momento que era el vehículo conductor de la gripe.
Sus buenas dotes profesionales y humanas le valieron para que en 1924 recibierala Cruz de la Beneficencia y el nombramiento de Hijo Adoptivo de la ciudad.
Lee la noticia completa en el número 4.845 de Béjar en Madrid.
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