Es la única fábrica de gaseosas que ha sobrevivido a las 140 que llegaron a estar censadas en la provincia de Salamanca |Abrió sus puertas en 1934 y hoy, en la tercera generación, esta marca bejarana continúa siendo un referente
Evelio, Mercedes y Alfredo Rodríguez junto al que ya es un símbolo de Gaseosas Molina. |
1934 es un año clave para el desarrollo industrial de Béjar. Es en ese año cuando la fábrica de Tejidos e Hilados de Estambre S.A (Thesa), por fin, se hace realidad. El proyecto se fraguó varios años antes, cuando Francisco Vives Mirabent, un almacenista madrileño, tomó la iniciativa de abrir en Béjar una fábrica dedicada a producir hilados de estambres. Tras los primeros contactos con el Ayuntamiento y la Cámara de Comercio, se decidió abrir una suscripción popular para alcanzar el presupuesto total, que ascendía a 5 millones de pesetas. Se emitieron acciones de 500 pesetas, y muchas familias e instituciones unieron esfuerzos para hacer realidad este ambicioso proyecto, que marcaría un antes y un después en Béjar durante los casi 60 años que se mantuvo en activo.
Al mismo tiempo que emergía este proyecto de gran envergadura, otra iniciativa, más modesta, que sobreviviría a la Thesa, nacía en la calle Mansilla, 35. En esta calle del centro de Béjar instalaban su fábrica de gaseosas Juan y Evelio Rodríguez González, junto con la esposa de éste último, Antolina Domínguez. Así aparece reflejado en el acta de la sesión plenaria del día 3 de abril, en la que se aprobó su instalación.
No solo sobrevivió a la Thesa, sino a las 139 fábricas de gaseosas que por aquel entonces había censadas en la provincia de Salamanca. Aquella época, eran tiempos de vino y gaseosa en la mesa, de botellas de bola y de barras de hielo, que se compraban en los ultramarinos o la fábrica de Victoriano Martín Rubio, que abrió sus puertas en 1923 en la calle Mayor.
Sus inicios fueron en una bodega de 50 metros cuadrados, de esas de las que disponían la mayoría de las viviendas en Béjar y donde se hacía ese característico vino casero que entre los bejaranos se conocía como Aloque.
“La primera máquina embotelladora vino de Madrid, 1.310 pesetas costó. Se pagó el 20 % al contado, y el resto mediante cinco letras. Esto empezó a funcionar el 19 de marzo de 1934, ese día se despacharon los primeros pedidos: 6 sifones a Antonio, a 0,25 pesetsa, 12 sifones a Pepe, y también las primitivas botellas de bola que se vendían por cajas de 6 o de 12 unidades, y se servían en unos cestillos de hierro que fabricaba un herrero de aquí”, así lo recuerda Evelio Rodríguez, hijo de uno de los hermanos fundadores de la fábrica de gaseosas y quien durante 50 años ha estado al frente de Carbónicas Molina.
Botellas de bola
Esas botellas de bola son en la actualidad una pieza de coleccionista por su originalidad y por su antigüedad. “En las primeras botellas había una bola de vidrio que estaba situada en un compartimento al final del cuello, y el gas carbónico la empujaba hacia arriba, impidiendo así que se derramase el contenido. Eran un boom, aunque se terminaron prohibiendo por ser antihigiénicas”, explica Alfredo Rodríguez, otro de los hijos de Evelio, el fundador, que continúa al frente de la fábrica.
Precisamente, la máquina que se utilizaba para rellenar estas botellas de bola la conservan en la fábrica como un tesoro, al igual que otros tantos recuerdos de sus 83 años de historia, como la fórmula primitiva escrita en un legajo de papel, ya amarillento por el paso de los años; el letrero original de la fachada de la primera factoría; el primer libro de cuentas; o, una amplia colección de envases en los que la gaseosa Molina se ha embotellado a lo largo de casi un siglo.
En una de las paredes de ese templo de recuerdos de Carbónicas Molina, también se conserva una foto de los tres fundadores. “Mi tío, Juan Rodríguez, falleció en 1936. Una época muy difícil porque la carencia de las materias primas y de botellas. De hecho, íbamos a Madrid y comprábamos todos los envases de segunda mano que encontrábamos y que sirvieran para embotellar”.
Tras la postguerra, la fábrica comenzó a modernizarse pasando de ser manual, a automática, dejaron atrás las botellas de bola, y llegaron entonces los envases con tapón de corcho y de chapa, mecánicos y de porcelana. El transporte también dio un paso adelante, y la empresa adquirió en los años 50 su primera camioneta.
Tras 29 años al frente de la empresa, Evelio falleció en 1965, y llegó el momento de que su viuda, Antolina Domínguez, junto a sus ocho hijos, se hiciera cargo de la factoría. Entonces, crearon una sociedad y a los pocos meses adquirieron unos terrenos en la carretera de la Estación, a donde trasladaron su actividad en 1969 hasta la actualidad.
El secreto está en el agua
Molina ha embotellado infinidad de sabores como orange, la actual fanta, o la tradicional limonada así como la gaseosa o el agua de self, los sifones que todos conocemos; además de refrescos de piña, de manzana, de fresa o la zarzaparrilla– una bebida similar a la coca-cola pero muy anterior.
Al preguntarle a Evelio por el secreto que les ha llevado a ser la única fábrica de gaseosas en Salamanca y unas de las pocas de toda España con vida, sonríe y asegura que el “agua de la Sierra de Béjar y un gran tesón”. A continuación, reflexiona sobre cómo han cambiado los tiempos, “antes la fabricación de las gaseosas era la actividad principal, pero ahora hemos diversificado y nos dedicamos, principalmente, a la distribución. Hoy en día no hay el mismo consumo de antes, y no se puede salir solo para vender gaseosas, no es rentable, y lo hemos acompañado de otras cosas”. Por ejemplo, hace 50 años que son los distribuidores de la cerveza Mahou en Béjar y su comarca, y desde 1992 en Plasencia.
“También hemos tenido mucho amor propio y hemos sido siempre pioneros. Llegaron las cajas de plástico, que sustituían a las de madera, y fuimos los primeros en tenerlas, al igual que los tapones de rosca”, asegura Alfredo Rodríguez.
Aun así, no es fácil. “En Béjar, nosotros vendemos un 10 por ciento, el resto es en los pueblos”. Además, Molina cuenta con distribuidores en Tordesillas, en Madrid, en Aranda de Duero, en la Fuente de San Esteban, en Salamanca o en Zamora, entre otros.
“Tenemos muchos enamorados de nuestra gaseosa, por ejemplo, Gonzalo Santonja, quien en 1994 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo y en 1998 el de Castilla y León de las Letras”, asegura Rodríguez satisfecho.
En la actualidad, la empresa, que en la década de los 90 se expandió a Plasencia, cuenta con unos 25 trabajadores.
Artículo publicado en agosto de 2019 en Béjar en Madrid.
En recuerdo de Evelio Rodríguez, que falleció el 7 de abril de 2020. Un bejarano de los ‘de verdad’, muy querido en Béjar y su comarca, un enamorado de San Juanito, gracia a él aún podemos disfrutar de esta tradición, y alguien a quien echaremos mucho de menos.