“Es la noticia del año. De muchos”, escribía un emocionado redactor en Béjar en Madrid en el número que salió a la calle el día de los Santos Inocentes de 1968. No era una inocentada, y la noticia ya era bien conocida en la ciudad ese 28 de diciembre. Y es que siete días antes de que el centenario periódico llegara a los hogares de los bejaranos, la ciudad saltó por los aires. Saltó de emoción con brindis, con risas, con lágrimas y con alguna que otra rabieta. Siete días antes, en Béjar llovieron millones, 250 de las antiguas pesetas. El número 51.022, vendido por Jesús Gómez, gerente de la compañía de Santa Lucía, fue el segundo premio de la Lotería de Navidad creando una gran algarabía en la ciudad y también en la comarca.
La noticia corrió como la pólvora: de La Antigua a la Corredera, de Las Huertas al Puente Viejo, de una punta a otra de Béjar. “Cuando supimos la noticia fue a media mañana del sábado. Pronto fue un leve rumor. Enseguida una confirmación oficial. En las calles las gentes se preguntaban unas a otras si eran agraciados”, escribía el redactor.
En el cincuenta aniversario de la buena noticia, en 2018, entrevistamos a José Gómez, quien recordaba al dedillo la jornada en la que se convirtió en el hombre más popular de Béjar y también en el más querido. “Yo estaba en la oficina y me enteré por alguien del Banco de Béjar que habíamos dado el segundo premio. En un principio dijeron que era el primer premio, pero era el segundo y dimos 250 millones de pesetas. Eso hay que vivirlo fue un desbarajuste de gente, por las calles corriendo, en el mercado”.
Gómez en 1968 hizo lo mismo que otros años y pidió al Banco de Béjar un número completo: “ese año el abogado Manuel Olleros fue a Madrid a asuntos del banco y cogió la lotería allí. A Santa Lucia nos dio el número que menos le gustaba a él, y ellos se quedaron con el otro”, recordaba. Jesús dividió el número en participaciones de 25, 50 y 100 pesetas, que finalmente fueron agraciadas con 62.500, 125.000 y 250.000 pesetas, respectivamente. Es decir, 2.500 pesetas a la peseta.
La tarea más difícil fue vender todo el número completo que exigía salir a la calle a ofrecerlo a los bejaranos: “nos costaba mucho vender todo en número y el día antes, mis cuñadas Emilia y Flori Caselles, estuvieron vendiendo por las calles. Ellas eran muy conocidas en Béjar e iban por los bares vendiendo lo que sobraba a los cobradores”.
Fue en una de esas ventas que realizaron las hermanas Caselles cuando Ruperto Fraile, que estaba con unos amigos en el conocido bar La Terraza, compró una participación de 100 pesetas. “Ruperto siempre decía que no compraba lotería y que aquel día que estaba con los amigos la compró, y la suerte estaba de su parte”, recuerda su viuda, Maika Hernández. No fue el único, otro señor que estaba de paso en el bar Español también compró otra participación y se llevó a su casa un buen recuerdo de Béjar y también un pellizco.
También la suerte, después de una gran desgracia, sonrió a las Hermanitas de los Ancianos Desesperados- puesto que se había quemado a principios de año-: “mi cuñada antes de entregarme las participaciones que no habían vendido le regaló una a las hermanitas, que unos meses antes habían sufrido un terrible incendio”, cuenta Jesús Gómez.
Esa solidaridad marcó igualmente el futuro de varias familias, que gracias a los honorables principios del gerente de Santa Lucia pudieron disfrutar de unas navidades más opíparas. Así fue el caso de un representante que había encargado a Jesús la lotería, pero que no fue a buscarla hasta el mismo día que tocó: “se presentó en la oficina el día del sorteo y me dijo que venía a por la Lotería, y le contesté, pero ya vienes premiado. No había pagado ese año y se la tenía guardada. Se la di y le cobré las 500 pesetas. Iba pálido, parece que lo estoy viendo. Se la di porque era mi obligación”, rememora con una gran risotada Jesús Gómez.
El caso de otro hombre de Barcelona, que había recibido una participación de 25 pesetas de un familiar de Béjar también se puede enmarcar en esas historias tocadas por la buena suerte, doblemente en este asunto. “Me llamó para decirme que no encontraba la participación y yo le contesté que no se preocupara, que cuando terminara el plazo de seis meses, que es el que se da para pagar la Lotería, si sobraba ese dinero yo se lo daría. Y así fue, sobraron 62.500 pesetas y se las di”.
Y si ese día la mayoría de las familias bejaranas fueron afortunadas, también lo fueron los comercios de Béjar. En Honorio se agotaron los 600 y Radio Martín hizo ‘el agosto’ vendiendo electrodomésticos. Otros agraciados optaron por comprarse un piso, cuando, por ejemplo, según una publicidad de Béjar en Madrid de ese mismo año, en el edificio Madrid costaban 350.000 pesetas, con garaje incluido.
(artículo publicado en Béjar en Madrid en 2018)