Santiago Romero fue el primero de familia que desempeñó esta labor, enseñando a su hijo Alejandro, quien a su vez ha legado su saber a su hijo, Raúl
Cada año cuando pasa la celebración del Corpus y de los Hombres de Musgo, a muchas personas les entra la curiosidad de qué se sentirá portando uno de esos raros trajes de musgo y acuden al departamento de Cultura a apuntarse para engrosar la lista de voluntarios y salir en la procesión de la Fiesta de Interés Turístico Internacional.
Alejandro Romero, como desde hace 48 años, es el encargado de enhebrar la aguja- en ese caso por hilo utiliza cuerda y por aguja, sus propias manos- para vestir a los voluntarios que se prestan para convertirse en los Hombres de Musgo. Desde hace unos años lo hace acompañado de su hijo, Raúl Romero. Alejandro aprendió este oficio de su padre, Santiago, y se lo transmitió a su hijo, Raúl. Es decir, la tercera generación de la familia Romero que desempeña este quehacer cada Corpus Christi.
“Mi padre, Santiago, aprendió a vestir a los Hombres de Musgo de un señor que se llamaba Santiago, natural de Sequeros, y que también trabajaba en el Ayuntamiento”, nos cuenta Alejandro Romero. Santiago enseñó a su hijo el oficio y también lo vistió en muchas ocasiones, como aquel día cuando los reyes, don Juan Carlos y doña Sofía, visitaron Béjar en 1985 y la reina se dirigió a él para preguntarle que se sentía al convertirse en un Hombre de Musgo.
Años después a Alejandro le tocó coger el testigo de sastre, acompañado de Julián García muchas veces, y se apoyó en su hijo, como su padre hizo con él. Desde bien joven, con 13 años, Raúl ya sabía que era portar un traje de musgo y representar esta leyenda en lugares como Lisboa- en la Feria de la Máscara Ibérica, donde precisamente todos los años se expone una foto suya- en Guarda o en Madrid, en la Feria de Turismo Internacional (Fitur).
Raúl no solo ha sido Hombre de Musgo, sino que desde años es el sastre auxiliar, apoyando a su padre en esta tarea. En el pasado Corpus volvió a dar muestras de, también, su buen hacer y se encargó de ayudar a su padre la tarea de vestir a los voluntarios, y después, ya el solo porque su padre tuvo que ausentarse, llevo a cabo la tarea de desvestirlos.
El pequeño de los Romero se muestra orgulloso de su labor y de “seguir con la tradición de la familia, como recuerdo a mi abuelo, y de contribuir con esta Fiesta de Interés Turístico Internacional”. Esta labor, explicaba, también le gustaría “enseñársela a sus hijos, si algún día los tengo”.