El acto fue organizado por el Centro de Estudios Bejaranos y fue su primer evento con público desde marzo de 2020
Josefa Montero, Yolanda Izard, Pedro Ojeda e Ivan Parro durante la presentación. |
El Casino Obrero acogió el pasado sábado la presentación del libro ‘La metáfora del mirlo’, obra de Pedro Ojeda Escudero y que surgió a raíz del confinamiento del autor en su casa de la calle Mayor de Sánchez Ocaña.
El acto, que fue organizado por el Centro de Estudios Bejaranos y que se celebró en el Casino Obrero, contó con la presencia de la escritora bejarana, Yolanda Izard Anaya, que acompañó al autor de la publicación ya presentada en otras ciudades como León, Valladolid o Madrid.
Esta presentación fue el primer acto público celebrado por el Centro de Estudios Bejaranos desde marzo de 2020, según informó su presidenta, Josefa Montero, quien también agradeció al Casino Obrero “la disponibilidad a la hora de ceder sus espacios al Centro para realizar sus actividades”.
El autor, Pedro Ojeda, junto a la escritora bejarana, Yolanda Izard. |
Por su parte, Yolanda Izard, realizó un análisis inteligente y profundo de la obra, inspirada en las “dos caras de Béjar y de la vivienda del autor durante los días de confinamiento e incertidumbre: la calle Mayor, abierta a la ciudad, y las galerías que se asoman a la sierra y el monte del Castañar”. Para la escritora bejarana en esta obra “prosa y verso se combinan para dar lugar a relatos cortos, a veces de una sola frase o, por contra, de varias páginas, sobre el pasado, el presente y el futuro. Reflexiones sobre la dura realidad cotidiana, pero también sobre las vivencias y los libros, las películas y las noticias que nos bombardeaban en aquellos duros momentos, aderezadas con una contemplación sosegada de la incidencia de la luz sobre un paisaje que no deja de ser un cuadro siempre presente, siempre cambiante”.
Pedro Ojeda Escudero aplaudió el excelente análisis de Yolanda Izard Anaya y desveló a los presentes algunos detalles de su proceso de escritura, destacando esas dos caras de su propia vivienda, la que mira hacia la ciudad, entonces vacía y vaciada, y a la que se asoma hacia el paisaje, que percibió en todos sus detalles durante el confinamiento.
“La creación de La metáfora del mirlo le sirvió de encuentro del paisaje interior y exterior, y agradeció a su pareja, Maika, el haber conocido hacía doce años los paisajes bejaranos, y a su grupo de amigos, Libre Albedrío y sobre todo aManolo Casadiego, el haber puesto nombre a caminos y peñas, riscos y matojos, pájaros e insectos. Recordó escenas muy hermosas como el silencio de un paraje de Hoya Moros nevado, cuyo silencio fue roto por el sonido de un águila volando por encima de sus cabezas. También destacó los capítulos dedicados a su Valladolid natal y a sus padres, ya fallecidos, así como el del El pino de Béjar, del pintor Darío de Regoyos, hoy en el Museo del Prado, o el viaje imaginario a Cascais”.