Con esta entrada- que fue publicada en el periódico Béjar en Madrid en su edición en papel el 2 de abril de 2021, en el número 4.868- queremos recordar los inicios del refugio de La Covatilla y a sus impulsores. Lo haremos en varias entradas sucesivas.
En el anterior número relatábamos los primeros pasos de la directiva de la Sociedad Española de Alpinismo Béjar-Candelario, dirigida por aquel entonces por Emilio Muñoz, para la construcción del refugio primitivo de la Covatilla- o Cobatilla como se escribía en esos años-.
El primer proyecto para la construcción de ese refugio suponía una elevada inversión, que, a pesar de los intentos de la directiva, era inasumible para la sociedad, por lo que se tuvo que optar por algo más modesto. A esta dificultad se unía la del terreno destinado a su construcción. El primer emplazamiento elegido fue junto al ‘Risco Gordo’, a 2.150 metros de altitud, en un terreno ligeramente orientado a poniente, resguardado de los fuertes vientos sur y suroeste por las altas rocas, y de los nortes y norestes por el ingente picacho ‘Pico de Águila’, según se detalla en la revista de ese año de la Sociedad Española de Alpinismo de Peñaralara tras una excursión de varios visitantes madrileños y montañeros bejaranos en junio de 1930.
El agua, prosigue el redactor, “es abundadísima, procede de varios manantiales nacientes en un pequeño anfiteatro, situado a las espaldas del refugio y la leña tampoco escasea en sus proximidades (…) Desde aquí hasta la cumbre del Calvitero, de 2.401 metros, hay unas suaves y hermosas pistas de patinaje, que harás las delicias de los aficionados a los deportes de nieve”.
A pesar de las virtudes del lugar y del acuerdo plenario de Candelario- según recoge El Adelanto- para ofrecer gratuitamente los terrenos y los materiales para la construcción del refugio, “siempre que sea en terreno comunal y en la ruta Béjar-Candelario-Las Lagunas, y si quisiera hacerlo en terreno particular, el Ayuntamiento ofrece también recabar a los dueños de la finca para que se lo cedan de la misma manera; la sociedad no llegó a un acuerdo para la cesión o venta de los terrenos situados a la derecha del Risco Gordo y la directiva optó por otro en las lomas de la Cimera de la Covatilla, a 2.050 metros de altitud. “Muy bien por los vecinos del pueblo de La Hoya, que desinteresadamente y con un espíritu social que les honra, han cedido a las sociedad alpina todos los terrenos y agua necesario de nuestro refugio”. La firma de la cesión, gratuita y perpetúa, de los terrenos se realizó el día 15 de agosto. De una parte: Santiago Martín, Enrique Muñoz, Carmen Valle y Manuel y Braulio propietarios de los terrenos y vecinos de La Hoya; y de otra: Emilio Muñoz, presidente de la filial Béjar-Candelario de la Sociedad Española de Alpinismo, firmaron el documento que sería el origen de la construcción el refugio, según recoge el semanario La Victoria.
Este terreno permitiría, según lo detallado en la revista Peñalara, la construcción de unas pistas de patinaje mejores, “pues desde la cumbre de El Calvitero, 2.450 metros, hasta el refugio, 2.050 metros, habrá siete u otro kilómetros de pista«.
Las obras se adjudicaron a Manuel Alonso y Florencio Gutiérrez en la cantidad de 11.300 pesetas, y el proyecto del refugio es obra del arquitecto y director de la revista Peñalara, señor Delgado Ubeda. La ejecución de las obras avanza a buen ritmo, aunque se deben sortear algunos problemas como el desnivel del refugio que obligar a sanear más los cimientos. Mientras que, la sociedad aumenta el número de socios con la incorporación, sobre todo, de numerosas montañeras.
Así llegamos al 28 de agosto, el día de la inauguración del refugio. Un total de 60 montañeros se dieron cita en la celebración y para ello llegaron en autobús hasta La Hoya para después subir al refugio en fuertes mulos. El sacerdote montañero Felipe Amador Yuste fue el encargado de bendecir las instalaciones, construidas de piedra, madera y ladrillos, y el tejado, de uralita roja.
La sociedad repartió pastas y cervezas heladas a los asistentes y se abrió un libro oficial, en el que constarían los nombres de los que pasaran por el refugio.
El refugio constaba de varias plantas. En la primera se encontraba el porche, con la terraza, lavabos, habitación para las señoras y cocina-comedor.; y en el primer piso se hallaba una habitación con capacidad para 20 hombres. El refugio poseía 6 camas metálicas, 12 mantas, 3 mesas, sillas de junco y plegables, utensilios de cocina y una estufa de serrín.